sábado, 20 de octubre de 2007

La tortuga y el caimán

Recupero hoy este cuento de hace justo un año. Espero que os guste tanto como a mí, allá va:


Os contaré una historia que pasó hace ya muuucho tiempo: Había una tortuga, que se llamaba Azul, que iba siguiendo a un caimán, que se llamaba Nilo. Ahora diréis ¿pues cómo va a seguir una tortuga a un caimán? Pues eso digo yo, de ninguna manera.

Así que claro, la tortuga no podía seguirle el ritmo, y el caimán se acercaba y se alejaba a su antojo, zarandeando a la pobre Azul que acababa casi siempre medio mareada y desorientada de la meta y volviendo a la casilla de inicio una y otra vez, mientras que el cuchispillas de Nilo iba y volvía cientos de veces, sin tregua, y nunca parecía cansado.

La tortuga y el caimán se fueron alejando mutuamente, como no podía ser de otra manera, porque la meta que Nilo había alcanzado tantas veces se le volvió aburrida y tediosa y comenzó a zigzaguear por senderos tortuosos, a los que nuestra pobre tortuga no podía acceder, salvo riesgo de quedarse atrapada y otra cosa no, pero lo que sí era Azul era equilibrada y con las patitas en la tierra, como debe ser toda buena tortuga que se precie.

Pasaron muchos inviernos sin encontrarse, tantos como diez, hasta que los intrincados caminos que había tomado el caimán se convirtieron en un laberinto que un buen día fue a parar adonde había llegado la tortuga, despacito pero en línea recta. En un primer momento se sorprendieron de verse. También se fijaron en los cambios: Azul tenía el caparazón más resistente que entonces y Nilo tenía ciertos zarpazos en su piel de reptil pero se reconocieron de inmediato.

Se miraron. Volvió a empezar el juego.
De repente los dos habían vuelto a la casilla de salida.

No sé cómo termina esta historia; si alguien conoce el final, que me lo cuente.

lunes, 15 de octubre de 2007

Jugar tus cartas

¿Por qué el mundo es injusto? Cierto que nadie nos dijo que el mundo fuera justo y sin embargo, seguimos esperando justicia. Pero eso es otro tema….
Otra pregunta: ¿Por qué algunas personas tienen suerte y otras, mereciéndolo más, no la tienen? Merecer o no merecer es subjetivo, lo sé, pero como 1) somos humanos y por lo tanto 2) somos subjetivos por naturaleza y además 3) esta es mi página, me permito el lujo de considerar que, desde mi criterio, algunos se lo merecen y otros no. Y ya está.

Total, que hace poco alguien me responde que puede que a algunos les vaya mejor que a otros porque sepan jugar bien sus cartas. Atención a la frase.

Saber jugar bien tus cartas. Me descojono con los que se jactan de saber jugar bien sus cartas. Hasta ahora. Porque, que yo sepa, la partida aún no ha acabado.

¿Cómo aprende uno a jugar bien sus cartas? En los juegos de mesa, te enseñan y aprendes con la práctica. Pero en la vida no hay práctica que valga. La práctica ya es la misma partida. Y además, por mucho que hayas aprendido, siempre puede ocurrir algo que echa por tierra todo lo anterior y vuelves a la casilla de salida.

Esperaremos al final de la partida. Claro que la partida no termina para todos al mismo tiempo.
Aunque por suerte la partida termina.

martes, 2 de octubre de 2007

El tiempo y el reloj



El tiempo: Venga, vamos a hacernos una foto
El reloj: No, no, por favor, de verdad fotos no
El tiempo: Pero ¿por qué? Anda y así tenemos un recuerdo
El reloj: Pues eso es justo lo que no quiero
El tiempo: ¿El qué?
El reloj: Dejar constancia de mi propia decadencia